martes, 8 de enero de 2008

Manejar la vida


Los accidentes de tránsito en Argentina se cobran más de 20 vidas por día. La legislación es exigua. Dejar vivir es una decisión de los automovilistas.


Diecinueve, veinte, veintiuno… y la cifra continúa aumentando. El dolor roza los cuerpos pero la mente no se conmueve porque “a mi no me va a pasar”. Sin embargo, el aroma a tierra mojada se acerca peligrosamente.
“Conductor ebrio y copiloto resultan heridos tras choque en Vía Litoral”, “Siete muertos en dos accidentes camino a la Costa”, “Choque múltiple por ignorar semáforo en rojo”,…
Muchas personas creen que solo se trata de titulares amarillistas que ocupan espacio en el verano escaso de hechos noticiables. Sin embargo, la muerte está al lado de cada uno de los argentinos. Sentado al volante, en el asiento del acompañante, corriendo por el medio de la calle, conduciendo una moto, detenido sobre la vereda.
Te sentaste allí y solo te enseñaron a “manejar” pero no a “conducir”. El arte de la maniobra es lo que te encuentras a diario en la calle y, en vacaciones, también en la ruta. Cada vez a mayor velocidad se trasladan los automóviles modelo 2007 sobre las rutas modelo 1950 -carreteras pavimentadas con un ancho de 6,70 metros, dimensión lógica para el tamaño de los vehículos de esa época, cuando hoy circulan por ese mismo lugar camiones de 30 toneladas y micros de dos pisos que cuadruplican el tamaño que tenían los modelos de aquellos años-.
La vida se trunca con mayor rapidez y las cifras anuales ponen en el primer lugar de la región a la Argentina –donde es la primera causa de muerte entre menores de 35 años-. Sin embargo, se sigue zigzagueando para no enfrentarlo. Apenas se cumplen las recomendaciones de la ley nacional de tránsito, y se saca beneficios de la inexistencia sanciones para los infractores.
Pero si de conducir se trata, también hay que hacer referencia a que detrás de cada accidente en las rutas, y más allá de las responsabilidades individuales, existe un entramado de responsabilidades políticas e intereses económicos.
Hoy no existe un plan a corto plazo que evite esta matanza. Solo queda esperar que cada conductor se pregunte si es capaz de producir en otro ser humano insomnio crónico, dolores de cabeza, pesadillas angustiantes, problemas de salud o la muerte de un ser amado.

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