jueves, 24 de enero de 2008

Eva y el paraíso terrenal

Eva y el paraíso terrenal

Como copiado de una mala película, salía el sol en la ciudad del ayer. Estereotipadas columnas de humanos, despiertos por el histérico rugido de sus relojes chinos o taiwaneses, se visten con la más imperfecta hipocresía. Suben a los ataúdes humeantes, siempre apurados por formar parte del bodoque urbano... depredadores del prójimo.
El hombre despierto en la noche asoma sus ojos mudos por el ventiluz, en la esquizofrenia de su soledad, solo para respirar. Cierra los ojos e inspira profundo. El aire lo hace viajar. Debajo de él cruza la ciudad. Todo es gris y frío. Los seres están congelados en su monotonía.
Sin previo aviso, el viento lo deposita en una estación más, Nada allí es diferente, sin embargo, algo llama su atención: una jovencita somnolienta que espera el tren. Viste de gris, la sociedad puede más. Perplejo queda ante los colores vivos que irradia sin darse cuenta esa niñas mujer. Es calidez su piel. Ternura su rostro. Utopía su sueño.
Sin conocerlo, allí abajo, piensa en él. Lo ha sentido en la oscuridad de su habitación. Su corazón ha latido por él. No ha podido descansar por quien ronda despierto en la noche.
El ruido del tren la despierta un poco y la aleja de esa presencia inexplicable. Su cuerpo pequeño se aparta en ese tubo metálico hasta que su conexión se hace imposible.
Los párpados del amo de la vigilia sirven de boleto de regreso. Sus pupilas apuntan a un viejo cuadro que intenta ser familiar y siente que se ha ido. La conoce muy bien. Sabe que es imposible que vaya contra sus costumbres.
El sol comienza a poblar la cueva y todo parece real. Ahora son solo muebles, tan solo objetos banales. En todos los rincones sueña. Por todas partes la ve. Allí está, con su pelo revuelto y su carácter especial. El día lo volverá loco. No podrá más que soñar.
Los rayos de luz dibujan la silueta de ese ángel mujer que está a punto de destruirlo. Debe dejar de pensar en ella. Necesita descansar de ese amor. Las arenas del tiempo pueden acunarlo y luego penetrar por sus fosas hasta matarlo.
El cuerpo del amante débil cae sobre la música que su musa inspiró. Se sabe enfermo, más no quiere dejar de existir. Contempla la ventana y con esfuerzo se arrastra hasta ella, Se lanza sobre la cortina con y deja caer todo su peso para cerrarla.
-Che, nena, más despacio... se rompen las cosas- gritó un hombre alto, con uniforme azul
-Disculpe señor guarda, no medí la fuerza- contestó lo joven mientras agachaba la cabeza buscando ocultar el rostro
-¿Otra vez sin boleto?- inquirió el compañero del primero mientras picaba el ticket del pasajero contiguo
-Ya te dije que no podés viajar así y que la empresa prohíbe la venta ambulante
-Lo se, pero tengo que darle de comer a mis hermanos, no estoy robando- se defendió ella sin sacar la mirada del suelo
-Sabes cuanta como vos conozco y todas se portan bien conmigo, Eva- susurró uno de los empleados de la línea ferroviaria.
-Bueno, piba, anda al furgón y bajate en Constitución para vender tus chucherias ahí- contestó el guarda, buscando por comodidad propia que su compañero no llevara a mayores el problema.
Eva caminó hasta la ultima formación del tren y allí apoyó la cabeza contra el frió metal de la pared. Lentamente fue flexionando las rodillas hasta hallarse en posición fetal en un rincón. Aunque lo intentó, no pudo conciliar el sueño. Se preguntaba que era ese extraño sentimiento que se sumaba a su lista de enamoramientos. No se trataba de alguien conocido. Sabia que le pasaba algo, pero no notaba qué era con exactitud. El corazón le latía con fuerza al pensar en ello, el aire se hacia escaso y el calor emergía desde la planta de sus pies.
-Señorita, señorita- escuchó que el guarda gritaba y dedujo que no era a ella a quien se refería y siguió su rumbo mientras a lo lejos podía oír la discusión entre una pasajera y aquel despreciable hombre... la firmeza con que se defendía aquella mujer la hicieron sentir algo de celos, aquello mujer tenía la educación necesaria para discutirle de igual a igual a un “macho” y hacerse valer. En medio del remolino de ideas que por cuestión de segundos la había sacado de su vida monotemática creyó que la mujer gritaba su nombre, pero al darse vuelta ya no la encontró.
Hacía algunos días que no podía dormir en las noches. Trataba de hacerlo pero ni bien se encontraba sola, en la oscuridad, algo la acorralaba. Cuado las defensas bajaban en las penumbras, esta presencia la rodeaba con sus formas inexistentes hasta enloquecer y llevarla a un sueño aun más irreal.
-Dale, nena, ¿o me lo estas esperando?- preguntó irónicamente el mismo guarda que antes la había sacado de un momento incomodo.
Eva levantó la cabeza y se dio cuenta de que el recorrido del tren había llegado a su fin. Con pesadumbre se puso de pie pero no alcanzó a bajar totalmente del tren cuando sintió que alguien la sujetaba fuertemente del brazo. Esta vez, nadie estuvo allí para ayudarla. El guarda con una mano abrió la puerta de la pequeña cabina que hay en el furgones, mientras con la otra evitaba que la joven escapara.
La mañana era aun más fría en ese final de camino. El sol todavía no se asomaba. La carencia de rayos hacía al viento sentirse con más intensidad. El único cuadro que se pintaba era el de una mañana triste para el mundo, aunque había quienes no estaban totalmente en él.
Gritar no fue algo que se le pasara por la cabeza a Evan. No era la primera vez que le pasaba algo así y, seguramente, al igual que en las anteriores se determinaría que ella era culpable. Un sollozo se ahogó contra el pecho y la respiración agitada comenzó a hacerse más sonora.
-Te gusta, te gusta- comenzó a susurrar el guarda
Los músculos de la joven se contrajeron y los espasmos hicieron evidente el cuadro dantesco.
-Pendaja de mierda- alcanzó a decir el hombre al tiempo que la sacudía -¿qué carajos te pasa?
Con un par de movimientos, el cuerpo de Evan quedó tendido fuera de la pequeña cabina. El hombre asustado buscó en el bolso de la joven y encontró algunas pastillas. Supuso que nada podía ser peor y le puso un par de comprimidos en la boca, obligándola a tomarlos. El cuerpo dejó de moverse. Ella abrió los ojos y las pupilas quedaron inmóviles. El aire se puso espeso y lo peor parecía llegar. Poco a poco, la mirada se le fue humedeciendo hasta volverla a la realidad de la cual nunca pudo escapar.
-Vamos, vamos, levantate y rajá
Evan subió sus pantalones y el cierre de su campera lo mas que pudo, metió las manos en los bolsillos, tomó su bolso y se puso de pie. Apresuró el paso en línea recta. El tren volvía ponerse en movimiento, esta vez, de regreso.
El velo del cansancio la tomó presa. Sus párpados pesaban cada vez más. Clavó sus pupilas en el techo y creyó sentir algo. Corrió hacia delante, escapando, buscando. Buscaba palpar esa esencia. Aquella presencia indescriptible escudriñaba la forma de rozar la realidad.
El cuerpo carnal de esa joven se llenó de color. Sus músculos se tensaron. En su pobre cabeza no hallaba una explicación. Recorrió con el cuerpo y la mirada todo lo que encontraba, pero solo halló la imagen de la realidad. Allí estaba ella, reflejada en el vidrio de una ventanilla. Su ropa se había ensuciado en el piso y se veía peor de lo que era. Su cuerpo difería bastante del de una diosa infernal. Simplemente era ella: una jovencita que tenía que ir a trabajar para que sus hermanitos coman.

martes, 8 de enero de 2008

Manejar la vida


Los accidentes de tránsito en Argentina se cobran más de 20 vidas por día. La legislación es exigua. Dejar vivir es una decisión de los automovilistas.


Diecinueve, veinte, veintiuno… y la cifra continúa aumentando. El dolor roza los cuerpos pero la mente no se conmueve porque “a mi no me va a pasar”. Sin embargo, el aroma a tierra mojada se acerca peligrosamente.
“Conductor ebrio y copiloto resultan heridos tras choque en Vía Litoral”, “Siete muertos en dos accidentes camino a la Costa”, “Choque múltiple por ignorar semáforo en rojo”,…
Muchas personas creen que solo se trata de titulares amarillistas que ocupan espacio en el verano escaso de hechos noticiables. Sin embargo, la muerte está al lado de cada uno de los argentinos. Sentado al volante, en el asiento del acompañante, corriendo por el medio de la calle, conduciendo una moto, detenido sobre la vereda.
Te sentaste allí y solo te enseñaron a “manejar” pero no a “conducir”. El arte de la maniobra es lo que te encuentras a diario en la calle y, en vacaciones, también en la ruta. Cada vez a mayor velocidad se trasladan los automóviles modelo 2007 sobre las rutas modelo 1950 -carreteras pavimentadas con un ancho de 6,70 metros, dimensión lógica para el tamaño de los vehículos de esa época, cuando hoy circulan por ese mismo lugar camiones de 30 toneladas y micros de dos pisos que cuadruplican el tamaño que tenían los modelos de aquellos años-.
La vida se trunca con mayor rapidez y las cifras anuales ponen en el primer lugar de la región a la Argentina –donde es la primera causa de muerte entre menores de 35 años-. Sin embargo, se sigue zigzagueando para no enfrentarlo. Apenas se cumplen las recomendaciones de la ley nacional de tránsito, y se saca beneficios de la inexistencia sanciones para los infractores.
Pero si de conducir se trata, también hay que hacer referencia a que detrás de cada accidente en las rutas, y más allá de las responsabilidades individuales, existe un entramado de responsabilidades políticas e intereses económicos.
Hoy no existe un plan a corto plazo que evite esta matanza. Solo queda esperar que cada conductor se pregunte si es capaz de producir en otro ser humano insomnio crónico, dolores de cabeza, pesadillas angustiantes, problemas de salud o la muerte de un ser amado.

jueves, 3 de enero de 2008

martes, 1 de enero de 2008

JUSTICIA?

Ya pasaron más de 30 años del golpe de Estado de 1976, golpe que dejó un saldo de 30.000 detenidos desaparecidos, y otros tantos compatriotas encarcelados, torturados, perseguidos y condenados al exilio… Pero, parece que no aprendemos de nuestros errores porque se siguen dando casos de tortura a jóvenes en las cárceles y comisarías. El gatillo fácil y la presencia de las fuerzas de seguridad en los barrios populares, especialmente en la provincia de Buenos Aires, son parte de esta realidad poco clara y de justicia de tribunales idiotas...
Esperemos que no se convierta en caso ejemplo el actual Tribunal Oral 4 del Departamento Judicial Quilmes, quien ayer retrasó el veredicto por el crimen del adolescente Emiliano Méndez a manos del ex sargento de la brigada de Lomas de Zamora, Horacio Pérez.