martes, 5 de mayo de 2009

Desconstruir la educación

El infinito es símbolo exacto para expresar la cantidad de veces que las personas han intentado debatir y encontrar explicaciones a los procesos sucedidos en la modernidad y su relación (algunas veces de oposición, otras no tanto) con el mundo contemporáneo.
Esta vez, intentaré problematizar la cuestión desde los aportes dados por Sandra Carli (en “Los dilemas de la transmisión en el marco de la alteración de las diferencias intergeneracionales”) y Tomaz Tadeu da Silva (en “El proyecto educacional moderno ¿identidad terminal?”).
Antes de adentrarnos en el debate, me gustaría aclarar que mi construcción subjetiva de la realidad me dice que la educación es un proceso de cultura y sistema cultural y de allí que el carácter social del sistema educativo se concrete en la institucionalización de la función educativa de la comunidad. Sin embargo, mi construcción histórica/social, también me acota que el concepto de educación no es reductible al de escuela; sino que es necesario reflexionar acerca de aquellas prácticas que ocurren en otros ámbitos y que también contribuyen a la formación de los individuos.

Un recuento de la modernidad en América Latina
La modernidad es un concepto que puede entenderse, por ejemplo, como el proyecto de imponer la razón como norma trascendental a la sociedad. Surge en Europa occidental y, con el tiempo, se expande hasta volverse mundial. Este proceso, que atraviesa por diversas etapas, desemboca en la generalización del mundo de la mercancía y en la consolidación de los Estados modernos.
El esquema escolar de la modernidad obedece y sirve a la racionalidad de científica y técnico instrumental. La sociedad moderna, montada sobre el mito del progreso y con basada en la ética de empoderamiento sobre la naturaleza, necesitaba trabajadores calificados para lograr el dominio total del mundo.
Intentar decir todo sobre la modernidad -sobre la modernidad en América Latina-, sería una utopía. Se pueden trazar rasgos generales que permitan acercarse a la cuestión; pero no se ahonda en las particularidades si se pretende comprender globalmente este conjunto de historias, regiones, tradiciones, que conviven geográficamente. A pesar de la multiplicidad, es posible bosquejar cuestiones comunes que hacen a la diversidad. A partir de allí, se deberá comprender la modernidad como un discurso, una organización social que se convive y permea componentes como el sujeto, el tiempo, la institución, el espacio, la cultura.
La modernidad latinoamericana va a surgir de la organización social previamente establecida, de una tradición socialmente configurada. Es decir, a partir de sus propias dimensiones y experiencias, comprensión y explicación de la realidad o las realidades de la región se da la introducción a la problemática de la modernidad en América Latina. Esta modernidad no es igual que la europea; es híbrida, es fruto de mediación que tiene su propia trayectoria.

Postmodernidad, escolaridad y sociedad
Hay una serie de elementos, quizás, contradictorios entre el mundo escolar y el mundo social. En el mundo social actual, según Tadeu da Silva, se vive el presente intensamente. La televisión además de proporcionar el placer instantáneo, hace el espectador experimentar todo en el presente, sin importar cual es el período histórico a que el programa trasmitido se remite. El tiempo postmoderno es presente. Lo subjetivo está a frente de lo objetivo, lo personal frente a lo posicional, la seducción frente a la razón. Sin embargo, la escuela, entretanto, sigue presentando un tiempo lineal, acumulativo, histórico, la objetividad y la razón como ejes de su funcionamiento. La escuela sigue con el discurso puro, y la unicidad. Entretanto, actualmente la mezcla hace frente a la pureza, la pluralidad está en oposición a la unicidad. Estos valores producen otro tipo de subjetividad distinta de la subjetividad moderna e iluminista.
El rechazo sistemático del pasado, la tensión entre el tiempo real y virtual, la aceleración de los cambio tecnológicos, la mediatización de la vida social, la inmediatez del presente en el consumo, la regresión a formas sociales de vida que se desarticulan del cambio tecnológico, etc son, para Carli, rasgos de una experiencia social que pone en cuestión la relación de la escuela con los horizontes más amplios de la sociedad en su conjunto.
La escuela posee una suerte de relación desfasada con la sociedad, porque la identidad producida por los contenidos impartidos en su interior, todavía corresponde a la subjetividad eurocentrica, blanca y masculina.
El mapa cultural actual es plural, desde la postura de Tadeu da Silva, y resultante de la emergencia de una pluralidad de actores sociales como grupos minoritarios, movimientos feministas, etc. En todo ello, es importante problematizar el papel que los medios de comunicación jugaron al mostrar (o no) esa diversificación. Se podría decir que, la educación institucionalizada y su contenido impartido siguen siendo un reflejo anacrónico, de criterios y parámetros de un mundo social que no existe más.
Ambos autores coinciden en señalar que, la educación constituye mecanismos de producción y reproducción de las desigualdades sociales, de justificar algunas identidades y de negación de justificación de otras. Tadeu da Silva postula que no se transmite conocimiento o información de forma neutra pues está atravesado por relaciones de poder; mientras que Carli, afirma que, actualmente el aumento de las desigualdades sociales, y en particular el aumento de la pobreza profunda en el país, dificulta pensar el rol de la educación publica en la producción de una identidad cultural común.

Educación y generación
Según Sandra Carli, el problema de la transmisión en educación cobra importancia a raíz del deterioro de los vínculos entre las generaciones. La noción de transmisión es tomada por esta autora como la relación entre adultos y niños/jóvenes, que se ve erosionada por efecto de los cambios en los lazos básicos relacionados con la crianza y con la educación. Para ella, actualmente se dan nuevos tipos de lazos intergeneracionales que se configuraron en un contexto que ha combinado procesos de globalización, ajuste estructural y aumento de la pobreza.
Según Tomaz Tadeu da Silva educar implica un diálogo entre dos generaciones. Lo que conlleva una transmisión y adquisición de un discurso, que es socialmente construido y construye la realidad. Según este autor para el post modernismo, la realidad no existe objetivamente, sino que es construida a través del discurso. Por lo tanto, la educación es la transmisión de un discurso victorioso que posibilita esta realidad. Cualquier discurso (incluido el discurso del proyecto educacional vigente) es interesado, transmite una visión del mundo y está vinculado con poder y el mantenimiento de un determinado orden. Por lo tanto, el lenguaje no es un medio transparente y neutro de representación de una realidad, que "existe" independientemente de ella, sino es aquél que crea y recrea "la" realidad interesada.
En cuanto a la relación entre generaciones, Carli apunta que se da una inversión de la relación: disminución de distancia óptima, erosión de ideas de autoridad clásicas. Esto parecería poner en riesgo el proceso de transmisión cultura: Mas, vale aclarar que, la relación entre las generaciones está siempre afectada por la contingencia. Las identidades generacionales son producto de una construcción histórica.
La ideología es uno de los modos que el lenguaje constituye y produce el mundo social de una determinada manera. Hay un consentimiento, una aceptación de todos los miembros del grupo social, y consecuentemente está presente en rituales, prácticas, organizaciones espaciales, en el cotidiano del individuo.
La interrupción en la transmisión idéntica es lo que hace historia. En ese hecho/ lenguaje/ creación, según Carli, los jóvenes se diferencian, marcan las fronteras de su tiempo histórico, y a la vez señalan a los adultos las propias. Coincidiendo esta autora con da Silva, se plantea que es relevante cuestionar los discursos, las categorías; desconstruir, lo que no significa destruir.

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