domingo, 7 de septiembre de 2008

De profesión, intelectual


Simplemente tenía que escribir un texto de síntesis tras la lectura del Cap. 1 del libro “Conversaciones Didácticas” de H. Zemmelma y la Parte 1 –Cap. 1- y Parte 2 –Cap. 2- del libro “Los silencios y las voces en América Latina” de A. Argumento. Al parecer, no llevaría demasiado tiempo cumplir con lo solicitado. Sin embargo, no todo es lo que aparenta.
Tras las lecturas propuestas, los pensamientos se disparan. Como si se tratase de fotografías en sepia, puedo verme frente a diversos docentes/investigadores en clases magistrales. Me recuerdo pensada por otro, y esto no es casualidad. “El saber es poder” se nos dice desde algunas cátedras y se nos demuestra que quienes están parados frente pretenden darle cuerpo. Nos preceden las clases, docentes de provincia disfrazados de intelectuales de Harvard. Los letrados se paran de frente al alumnado (¿alguien dijo por ahí que este término suena a “sin luz”?), buscando con una sonrisa hacernos cómplices y si no lo consiguen se nos expulsa de una manera muy políticamente correcta: su discurso se transforma en el discurso de lo real, persuade de tal manera que (de)muestra que el suyo es el real y no existe alternativa .
Nos encontramos en una incomoda situación por tener doble responsabilidad ante lo sucedido: somos universitarios (“pichones de intelectuales”) y futuros docentes. Por momentos, me temo que la concepción del “conocimiento” desde una óptica occidental y erudita, que lo considera como “acumulación de saberes construidos desde el sistema de educación formal” se nos introduzca sin más y pasemos a ser un curriculum lleno de conocimientos de papel.
Por suerte, aparentemente, también existen otros espacios. Constantemente están emergiendo contrapoderes, contralogica de poder . Es que, como afirma el chileno Zemmelman, la realidad no se puede reducir a la lógica del discurso del poder. La estanca noción de conocimiento –totalmente opuesta a la de el autor ya citado- entra en colisión con la nociones más antropológicas aplicadas a comunidades que durante años fueron consideradas “vulnerables” como las aborígenes o rurales. Allí ni cabe hablar de “conocimiento”, sino más bien de una concepción de “sabiduría popular” que emana de otros canales. Muchos podrán decir, en este punto, que no es lo que él plantea exactamente; mas yo propongo tenerlo en cuenta ya que desde las “Conversaciones Didácticas” se nos invita a intenta retomar la tradición racionalista, enriqueciendo las formas de pensar. No se trata sólo de transformar la realidad en objeto de explicación, sino en objeto de la experiencia. La dimensión de la “conciencia” histórica ha de incorporarse a la problemática del conocimiento, puesto que ella impone posibilidades de sentido .
El conocimiento está unido a la acción, por lo que se extiende la capacidad del hombre de reactuar sobre sus circunstancias. Mientras el conocimiento es de opciones de construcción, la práctica sirve para impulsar una construcción en la dirección desarrollada por el conocimiento. Ontológicamente, la realidad histórica es un campo de enorme vastedad, siempre más rico que cualquier teoría.
La historia no está construida, no está sometida a ninguna ley que lleve a los procesos históricos en una única dirección, es un campo abierto que se construye . La construcción social está fuertemente vinculada con la realidad pues no es necesariamente lo que yo conozco pero siempre me está determinando. Cuando se transforma la realidad en contenido de una construcción por un sujeto, ello obliga a la ampliación de la experiencia y subjetividad de ese sujeto. La realidad cumple, pues, una función epistemológica. La reconstrucción del problema rompe con su tendencia a identificarlos con objetos teorizados, transformándolos en un campo de problemas posibles de ser teorizados. El pensar obliga a ir más allá de lo establecido.
Es, justamente, en este punto donde -por momentos- tiende a oscurecerse la temática. Pensar es polemizar, pero da la sensación de que si no adherimos a Bordieu, Habermas o cualquier otro “ídolo” del ámbito académico no somos realistas y nunca llegaremos a ser los intelectuales que iluminen a la plebe. Pero esto no es un problema de nuestro siglo, pues “intelectuales” como Sarmiento, Roca e Irigoyen se preocuparon en su turno por soluciones prácticas en el plano de la burguesía de la época. Carecían, como nos pasa hoy a varios, de la idea de sabiduría que emerge de la cultura popular. El país o la “nación” fue siempre una empresa de construcción exterior antes que una labor interior.
A lo largo de la historia se ha venido formando a “los intelectuales” como funcionales al establishment, gracias a las universidades "burocratizadoras del conocimiento” (como se escucha muchas veces afirmar a las agrupaciones estudiantiles de izquierda).
Si tenemos en cuenta que la matriz de pensamiento esta nutrida de formas de reelaboración y sistematización conceptual de determinados modos de percibir el mundo , a las luces de un sentir realmente americano, nuestra historia real sería otra cosa.
La construcción de conocimiento debe ser para América Latina, desde América Latina. Es decir, a partir de sus propias dimensiones y experiencias, y que por tanto represente un nuevo modelo epistémico de interpretación, comprensión y explicación de la realidad o las realidades Latinoamérica. Se debe interrogar acerca del potencial teórico inmerso en las experiencias históricas y en las fuentes culturales de las clases sometidas . Para ello hay que estar comprometido en conocer nuestra realidad. Esa realidad está en los saberes populares, en la literatura, la poesía, la música, en los dichos y dicharachos, y en todo lo que expresa el pueblo en su hacer, en sus obras tangibles e intangibles en sus formas simbólicas. Ahí está en gran parte la filosofía latinoamericana.
De esta manera se reconoce la legitimidad de las concepciones y los valores contenidos en las memorias sociales que fueron procesando la “visión de los vencidos” . Sin embargo, esto no pretende una autarquía teórica –como diría Alcira Argumedo- sino que también es importante considerar el contexto mundial en lo que tiene que ver con la producción del conocimiento.
Por suerte, sobre el final de este texto, aún parece haber alternativa. Existe un grupo de pensadores, profesionales, estudiantes que no pretende engrosar la lista de favores y complacencias entre eruditos y poderosos. Diariamente, emergen nuevos pensamientos, nuevas caras, nuevas polémicas… porque no somos intelectuales de profesión.

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